22 de noviembre de 2009

El nido de golondrinas.


Antonia es una mujer dulce, tranquila, algo cotilla, graciosa, compasiva y Manuel, algo bruto, trabajador y solitario, poco hablador y a veces gracioso, solo cuando se lo contagiaba Antonia.

Esta sentada en la puerta del patio, en una sillita de madera y anea, su marido la acompaña. El trabaja en una canastita de mimbre, le serviría para llenarla de todo lo que pudiese conseguir en su huertecito.
El patio de paredes blancas encaladas esta repleto de macetas y flores, con un portón grande de madera y una ventana que provenía de su cocina.
Los dos callados, en silencio, ella esta tejiendo un tapetito de ganchillo para ponerlo en la mesa, así colocaría encima la jarrita de agua que le regalo su hija por su día, era para filtrar agua, le dijo, cosas modernas pensó la mujer, pero bueno era un regalo y si decían que eso era bueno, seria, para que discutir.
Le dijo a su marido que como el agua de la fuentecilla mayor ninguna y Manuel asintió con la cabeza.
En la pared del patio muy arriba pegadito al tejado, había un nidito de golondrinas, ya llevaba hay un par de años, a Manuel no le gustaba porque decía que manchaba la pared del patio y hacían ruido, pero ella, le dijo:

-Manuel, hombre , deja a las golondrinas tranquilas, que al patio le dan vida y me tienen entretenida.

El calló, como siempre se haría lo que ella quisiera, así fue siempre, a Manuel no le molestaba, pero siempre refunfuñaba, decía que las mujeres siempre se salían con la suya.

Siempre la misma rutina, todas las tardes se sentaban en las mismas sillitas al fresquito del patio, un día Manuel se extrañó, Antonia llevaba tiempo perdiendo la cabeza pero hoy ya era demasiado, hasta creía que era él el que la estaba perdiendo.
Antonia por favor no digas eso que es mentira, pero ella con todo lujo de detalles le empezó a decir lo que habían echo en la mañana de aquel día, por supuesto mentira , aunque a ella le parecía la mas grande de las realidades.
Le decía que habían ido al banco, a cobrar la paga del mes, que él se había puesto los zapatos marrones nuevos, porque para ir al banco siempre se arreglaban, le dijo la ropa que ella creía que Manuel se había puesto, y Manuel , la verdad no supo que decirle, al final le dio la razón, pero en seguida llamo por teléfono a su hija.

Mama esta muy rara cielo, dice cosas raras, será la edad decía él, y una vez advertida su hija la llevaron al médico, engañada por supuesto, ella se encontraba perfectamente.

Señores, señorita, tengo que decirles que su esposa, su madre, sufre de una enfermedad degenerativa, es ALZHEIMER.

Tras el diagnostico que podían hacer.

Manuel la quería tanto y le dolía tanto verla perder la cabeza día a día, que no supo como reaccionar, que hacer. ¿Cómo tratarla? Como su mujer de toda la vida, como a una niña o como a una enferma?


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Paso el tiempo y acostada en la cama llegaba bien a ver su nido de golondrinas, siempre decía no me quites mis golondrinas, que al patio le dan vida y me tienen entretenida. Es lo único que repetía.





Algo cercano que duele y con lo que tienes que aprender a vivir, un consejo a una persona con Alzheimer no le lleves la contraria, dale siempre la razón, con todo el cariño, aunque te saque de tus casillas. Paciencia y amor.

1 comentario:

albertomejiav dijo...

Bonita historia aunque un poco triste. En mi hogar exactamente en el patio, dónde tengo el jardín, viene asiduamente un colibrí a chupar el nectar de una de las matas, siento alegría cuando en la mañanas escucho su aleteo y soy feliz, con esa alefría que brinda la naturaleza.
Saludos.

Nada ocurre por casualidad.

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