19 de abril de 2015

La silla de Nea

Ayer vi una silla de nea bajo la sombra de un verde y frondoso árbol, en ella, la vejez descansaba agotada, con una mirada agrietada como las paredes de las casas más antiguas.
La sabiduría en sus ojos y el pasar del tiempo, esperando marchita la llegada de su partida.
Recreaba los recuerdos de su vida y sus gestos de añoranza sobresalían, quizás demasiado.
Sus manos con cuidado agarraban el bastón que le sostenía en tantos paseos al sol donde se maravillaba con el misterio que es la vida mientras observaba su gran amada naturaleza.
En una silla de nea pasa las horas de descanso, le gusta simplemente ver los gorriones o admirar las flores, tantas vieron sus ojos desgastados por el tiempo.
Me fascinan las personas de avanzada edad, tanto vivido, tanto añorado y que tengan la capacidad de mirar la vida sin dejar de sorprenderse igual que la mirada de un niño que todo le parece nuevo.
En una silla de nea los recuerdos dejaron paso al silencio y su luz se fue con ellos.

Lola Baena Gómez

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