Salí temprano, por la puerta, de la casa de mi corazón, comencé a andar para ver la Placita de la Inocencia y de la Ilusión y allí me pare a jugar un poco.
Al terminar mi juego me encontré a la derecha la calle del Primer amor, la seguí, pero que prontito que terminó, le seguí por la calle Amistades, pero en el tejado de la casa de la envidia me encontré a un gato negro desafiante me miraba el muy canalla con ojitos burlones, ¡¡¡que se creía que podía conmigo vamos!!!
El gato se llamaba miedo, y echamos una peleita pero le gané, así que seguí mi camino en busca de la casa de tu corazón.
Dejando de lado, a la izquierda, los callejones oscuros de la Pena, la Desilusión y la Rabia.
De frente me encontré a la anciana de la esperanza que me dijo por donde continuar hasta llegar a mi destino, digo de nuevo, la casa de tu corazón, y así seguí adelante, siempre me acompaño la música, las letras y mi poesía.
Cogí la cuesta del Trabajo, y allí di de bruces con la tan conocida envidia y con la puñetera mala ostia, y también con la amistad, y de la buena, pero los perritos del señor rencor no me dejaban tranquila, y el personaje sabelotodo me dijo que sabría arreglarlo, pero pase de él.
Estaba viendo de reojo la puerta de tu casita, así que me aligere y llame, no me abría nadie.
Al ratito se abrieron las ventanas y saliste sonriente, me dijiste ¡eh me gustas, niña quieres salir conmigo!, y conteste con un SI mayor que yo, pero aun no se abría la puerta de tu corazón, salias y entrabas, pero hasta un tiempo después no encontré la llave.
Así que volví a casa, pasando por otras rutas, seguía pasando por la calle da la Esperanza y la Ilusión, me seguía acechando el gato del miedo, pero yo intentaba correr mas que él. Pasé por la Avenida de la Amistad y me aleje un poco de mi ciudad, era una avenida grande, me llevo a las afueras, pero volvía cada fin de semana para verte. La amistad sigue ahí, pero la veo poco, la verdad.
Y un día, que abrí la puerta de tu corazón no me lo volviste a cerrar, hasta hoy y me instale en tu Palacio de la Felicidad, donde me encontré a unos duendes menudos que me dieron el don de la maternidad.
El barrio de La Familia es donde me instale al final, contigo y allí viven papa, mama, los abuelos, los hermanos, los cuñados y cuñadas, los tíos, y tantos a los que amar, y algunos de los que cuidarse.
Acecho con cuidado al gato miedo, y a los callejones oscuros, a la placita de los puñales traperos por la espalda, que suele haberlos donde menos te lo esperas, pero cuando entro en nuestra casa me libero de todo ello.
Y la vida seguirá pero con el corazón abierto seguiré paseando por las calles de mi ciudad!!